La semana pasada se inauguró una nueva exposición en el Instituto Padre Suárez sobre estatuaria griega. Promovida y organizada por el Departamento de Clásicas y en especial por Doña Begoña Lamolda, la exposición reúne láminas de las grandes obras griegas, desde el período Arcaico hasta el Helenístico. A continuación os dejamos con la presentación de la muestra que se ha realizado.

ESCULTURA GRIEGA: LA BELLEZA IDEAL

La opinión general de los griegos sobre la belleza se recoge ya en el siglo VIII a. C. en los versos que según Hesíodo cantaron las Musas y corearon todos los presentes, en las bodas de Cadmo y Armonía: “El que es bello es amado, el que no es bello no es amado”.os griegos forjaron sus dioses a imagen y semejanza de los hombres, y sus hombres, sus héroes, participaban de lo divino (John Boardman, Escultura griega).

La belleza no es un concepto autónomo, sino que va asociado a otras cualidades como la medida proporcionada, la simetría de las partes y la conveniencia. El objeto bello lo es en virtud de su forma, que satisface los sentidos, especialmente la vista, pero también, en el caso del cuerpo humano, desempeñan un papel importante las cualidades del alma y del carácter, que son percibidas con los ojos de la mente (Umberto Eco, Historia de la belleza).

Esta belleza psicofísica (kalokagathía), de raigambre aristocrática, se expresa mejor en las representaciones estáticas, en equilibrio, de simplicidad expresiva (contención de las emociones, ethos, sofrosine), conformes con el ideal apolíneo. Pero también hay una corriente subrepticia, dionisíaca, que acabará por emerger con todo su dinamismo y dramatismo en el último período del arte griego.

Uno de los secretos de la admirable belleza de la escultura griega estriba en la fijación de unos tipos, sin salir de los cuales los escultores van avanzando paulatinamente y transmitiendo sus experiencias a las generaciones posteriores. En el caso de la figura masculina, por ejemplo, los artistas se esforzaron por interpretar la anatomía en un cuerpo joven y vigoroso, de atleta, rígido primero, adornado de cierto movimiento después y en posesión de toda su expresividad finalmente, avanzando hacia un fuerte sentido de la forma y un realismo total.

Nuestra visión de la escultura griega se encuentra mediatizada por una serie de circunstancias:

La escasez de obras originales (excepto del período arcaico): Tan solo conservamos, por ejemplo, una docena de bronces originales del s. V, y la mayoría de los mármoles de este período son escultura arquitectónica (Olimpia, Partenón). Y sabemos que la mejor escultura exenta estaba en bronce. Este material fue muy apetecido para volver a fundirlo y hacer instrumentos, armas, monedas, etc. Aunque en mucha menor medida, también los mármoles eran reutilizados, para la construcción o para la simple fabricación de cal. Por eso nuestro conocimiento se basa fundamentalmente en las copias, casi siempre de época romana, que proliferaron para dar satisfacción al gusto por el arte de las élites romanas.

Añádase a ello la destrucción de obras provocada por las guerras, el saqueo, el expolio o el fanatismo religioso.

El acabado de las figuras: nuestro gusto por la escultura clásica se fraguó en el Renacimiento, a partir de estatuas en las que resalta la blancura del mármol. Esto no era así en la antigüedad. Frontones, metopas, triglifos y otros elementos de los templos estaban pintados con colores brillantes. También las estatuas exentas, tanto de mármol como de bronce. Algunas todavía conservan rastros de color, en otras es posible reconstruirlo a partir del análisis de pigmentos y modernas técnicas de microscopía.

Dificultades de identificación y datación: A los problemas anteriores se une la inseguridad en la que nos movemos a la hora de adjudicar la autoría o fijar la datación de las obras, toda vez que las noticias más antiguas que nos han llegado de ellas proceden de autores como Plinio, Luciano o Pausanias, que no siempre aportan datos relevantes. Además, las variaciones que se observan en las copias, tanto de motivos como de fecha de realización, no facilitan las cosas. Por último, el cambio de gustos según la época a menudo ha influido enormemente en la valoración de algunas obras.

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad